viernes, 27 de marzo de 2015

Cicatrices

Estamos formados por cicatrices. Por esas heridas que en su día dolieron tanto y que ahora nos han dejado marcados para siempre. De tal forma que nadie podría llegar a conocernos sin haber recorrido primero el mapa de las huellas de nuestro pasado. Ni siquiera nosotros mismos.
Porque es importante conocer que las cicatrices en los brazos y las manos fueron primero heridas que nos hicieron los abrazos que no dimos y el peso de todos los sentimientos que no nos dejaron demostrar, de todas las cosas que dimos y no aceptaron. Y que las cicatrices de las piernas y los pies no son más que antiguas lesiones que se formaron de tanto correr para alcanzar nuestros sueños, o a aquella persona a la que por mucho que corrías nunca llegabas a tocar. También están las cicatrices en el estómago, antes agujeros producidos por los nervios de las despedidas que nunca llegaban, de las esperas eternas. Y aquellas cicatrices que tenemos en la garganta no son más que daños que no se curaron porque no fuimos capaces de decir las palabras adecuadas, porque nos las quedamos dentro y acabaron explotando. 
¿Y que decir de las cicatrices en los labios? Esas heridas de los besos traicioneros, de los besos no dados y de los últimos besos sin aviso. Esas heridas que si no curas bien se vuelven a reabrir con los labios inadecuados. Que escuecen haciéndote saber que nunca volverán a encajar con otros labios igual.
Por otro lado están las cicatrices de la mente. Son de las más peligrosas, pues si se reabren y no eres capaz de curarlas a tiempo, pueden volverte loco. Son cicatrices que nadie puede ver pero que se instalan en lo más profundo de ti en forma de miedos e inseguridades. 
Pero si hay algún tipo de cicatriz que todos los seres humanos compartimos es esa que se sitúa a la altura del corazón. Y dado que el corazón es de los lugares más frágiles de nuestro cuerpo, cualquier rozadura, corte, arañazo o herida nos duele casi más que en cualquier otro lugar. Mucho peor si lo que ocurre es que alguien te arranca un pedacito de él. Son cicatrices que tardan mucho en formarse del todo porque aunque las heridas intenten curarse, con cada palpitación se reabren de nuevo. 
Y por último están las peores. Esas que muy pocos conocen pero de las que todo el mundo ha oído hablar. Las cicatrices del alma, que te atraviesan de lado a lado y nunca se llegan a curar del todo. Las que duelen con cada cambio de estación, y de temperatura. Las que hielan los huesos y empequeñecen el corazón hasta que sufre con cada latido. Esas que crean agujeros de oscuridad. Las que está formadas por los más profundos y dolorosos secretos. 
Es importante conocer todas las cicatrices que nos forman. Saber en qué momento de su proceso se encuentran en cada momento. Curarlas y cuidarlas aún cuando parezcan del todo cerradas. Y tener cuidado para que no se abra una segunda herida por encima de ellas. 
Al fin y al cabo son las únicas que nos recuerdan nuestra historia. Como el compás de una canción. Como los márgenes de una página en blanco. Porque nos guste o no, son las cicatrices las que nos guían. 
Son las que cuando desaparecen los recuerdos, nos confirman que todo sucedió. Que tú ocurriste. Que nosotros ocurrimos. Que esa historia y ese dolor ocurrieron.
Que yo
sigo ocurriendo.

3 comentarios:

  1. Me encanta lo que has escrito, cómo lo has escrito y cómo lo has explicado. Tengo la certeza de haber sentido cada una de estas cicatrices ahí donde has dicho que se sienten. Aún tengo la esperanza de que todas las que acumulo me lleven allí a donde se que tengo que ir. Creo que si elijo yo de nuevo el lugar, no bastaría solo con el empeño para que fuese suficiente para mí, necesitaría mucho más. Cada vez necesitamos más de todo.

    ¿Sabes? ultimamente siento un tipo de cicatrices que a mi se me acumulan en los ojos. Son como pequeñas mentiras que cuando son ciertas comienzo a llorar, porque escuecen, porque amargan, porque me hacen imposible tener los ojos bien abiertos. Porque siento que es la única forma de aflojar un poco las demás cicatrices que tiran de mí, siento que a veces tiran demasiado hacia él, como si fuese la mejor opción. Y no lo es.

    No puedo decir mucho más de esta entrada tan maravillosa. Es que es estupenda, es tan real, tan cierta que da miedo leerla una y otra vez, porque nos hace conscientes de la veracidad de tus palabras, de que muchas veces no somos conscientes con todas esas cicatrices que sentimos, que lo mejor de todo es aceptar que están ahi y que forman parte de nosotros, que no todas la cicatrices cuentan una historia triste. Que algunas sólo nos relatan aquél momento en el que fuimos feliz de una manera efímera. Esos momentos también son cicatrices.

    Gracias Cold, por todos estos momentos. Por compartirlos conmigo y por no dejarme estar sola en la oscuridad.

    Te quiero muchísimo :)

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  2. Y nunca dejes de ocurrir. Precioso. Un abrazo,
    http://elchicodelmetro.blogspot.com.es/

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  3. ..malditas esas marcas que nos recuerdan quienes fuimos, somos, y no queremos ser.

    Abrazos.

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