sábado, 1 de abril de 2017

Corazón pirata

Que sí, que tengo el punto de mira un poco desenfocado
y a veces, aunque tenga claro el objetivo
mi disparo sale malparado.
No sé por qué me extraño después
de estar recubierta de espinas,
que, no nos engañemos,
no amortiguan el golpe
pero me hacen parecer más dura.
Y al final, todo el mundo acaba sangrando conmigo,
y no os creáis eso que dicen
de que todo lo que merece la pena
tiene que doler.
Es la mentira más absurda que nadie nos ha contado jamás.
Solo puede doler
por despite
inatención
o desconocimiento de causa.
Todas las demás razones no merecen que nadie se desangre.
Yo duelo 
porque otros me han dolido antes,
y no es una excusa barata
es que al final los corazones rotos
se acaban volviendo un poco piratas,
y aunque a veces provoquen naufragios en los ojos
también han aprendido a ser feroces.
Y con el tiempo, las cicatrices se vuelven duras y feas,
solo para después desdibujarse
y dejarnos el sutil recuerdo
de que las espinas solo hay que guardarlas
con quien no utiliza sus armas
para rompernos en pedazos.
Nos recuerdan que detrás de todo ese sufrimiento
aún somos capaces de sentir
con cada latido.
Aunque duela.

1 comentario:

  1. Magnifico poema.

    Es verdad que con el paso de los años y de los daños, solemos llenarnos de espinas como mecanismo de defensa... y es verdad que nos llenamos de cicatrices, imperfectas, duras y feas, como dices; pero siempre, siempre, vuelven... volvemos a florecer.

    Un besito.

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